miércoles, 29 de junio de 2011

CRITICA DE ANDRÉS CÁCERES, DOCTOR EN LITERATURA

1. Kassim del dramaturgo Sebastián Cáceres es una obra de teatro que ganó el Fondart regional 2011. Por medio de un convenio con la Universidad de Los Lagos y el Dispositivo Cultural, se ha estado presentando en la ex capilla del colegio Sagrados Corazones de Valparaíso (del 6 al 26 de junio 2011), hoy convertida es un Espacio Cultural de la universidad.

Kassim, no estoy loco, sólo estoy despierto, corresponde al colectivo artístico de experimentación Dispositivo Teatral, que es un proyecto que busca indagar nuevos lenguajes escénicos por medio de una estética renovadora y vanguardista. El propósito es provocar la reflexión crítica sobre temas universales. Así es como el argumento de la obra Kassim alude a un joyero de profesión, que vive en un pueblo rural junto a su esposa María. Son pobres y desde hace unos años sobreviven a través de las joyas que Kassim vende a las mujeres ricas del pueblo. Pero María no está conforme; también quiere usar joyas y vivir grandes pasiones. En el fondo, es la vida de un matrimonio lleno de hastío y pobreza, donde el amor y la violencia se vinculan en un espacio sugerente. En el transcurso del relato, ambos personajes emprenderán un viaje en el que visitarán su pasado, presente y futuro.

2. Kassim utiliza una serie de elementos y recursos escénicos que son originales. Por ejemplo, la ubicación del público, que rodea el escenario, a manera de cómplice del drama que se está viviendo y, a la vez, un espectador involucrado por medio de una visión teatral orbicular, lo que permite ver el desplazamiento entre la realidad y ficción, que tiene el símbolo del diamante, ubicado en el centro del escenario. Un diamante que opera como metáfora de los deseos reprimidos de los personajes y que se va construyendo y desplazando, según el diálogo escénico. Consiste en la identificación de dos niveles: lo real y lo soñado. El diamante es lenguaje figurado, un monumento poético a la imaginería visual de la obra dramática, que va más allá de la intuición. En esta figura se representa el dinero.

Esta metáfora teatral cumple un papel social, que no es otra cosa que el esfuerzo por entender a la sociedad de acuerdo a los roles que cumplen Kassim y María. En este sentido, el diamante como metáfora es una construcción intelectual por medio del cual se puede aprehender lo que soñamos. Este objeto metafórico se va convirtiendo en un rito porque las acciones se van repitiendo y orientando simbólicamente hacia la representación del diamante, que es fuente de sentido en el orden social.

Por otra parte, la innovación del espacio compromete un montaje integral, donde se mezclan vestuario y utilería de carácter realista, un lenguaje corporal que oscila entre la sensualidad lírica y la sexualidad carnal. Superposición de espacio y tiempo, o sea, un presente y pasado, un pasado y futuro, que articulan un espacio objetivo y materialista (la pobreza) y un espacio soñado y quimérico (joyas y diamantes). En estos ejes se deposita la frustración de los personajes. Kassim y María viven una ternura que tiene la perversidad de los sueños contenidos.

3. Esta obra redefine el espacio escénico y lo plantea como una instalación dramatúrgica. En este plano se desarrolla la categoría realidad y ficción. Ambas atravesadas por códigos realistas y románticos, que se funden en una mirada irónica del hombre y la sociedad contemporánea. En esta mordacidad se encuentra el humor trágico de Kassim. Por lo tanto, hay un cuestionamiento al modo de ser de la sociedad, que aguijonea la moralidad y el escrúpulo del espectador. Ahora la teatralidad se expande hacia una experiencia moderna y renovada, donde el público está atento a la peripecia final de la obra. En ello juega un papel fundamental el dispositivo escénico, que concibe el arte teatral como un soporte ritual, donde la escritura no sólo del texto, sino también de la escenografía transgrede la mirada lineal del espectador. Ahora la mirada discurre de modo circular. En consecuencia, la visualidad del drama determina la interpretación de la obra, que se tiñe de una espacialidad poética, que le otorga espectacularidad a toda la representación.

4. En conclusión, Kassim, no estoy loco, sólo estoy despierto, viene a corroborar que el autor de la obra, la dirección de ella, la arquitectura escénica y la participación de los personajes-actores (Kassim, Omar Prasthan; María, Alejandra Jiménez), corresponde a una línea teatral, que ya se había manifestado en La salvación apócrifa y La casa de nylon, verdadera trilogía del teatro ritual y rupturista.

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